LA VIRGEN DE LUJÁN
Un portugués, llamado Farías, afincado en Santiago del
Estero, quiso levantar una capilla en la cual se pudiera celebrar Misa, y a la
vez, honrar a la Santísima Virgen en el Misterio de la Inmaculada Concepción.
Con tal fin, pidió a un amigo – el marino Andrea Juan – que le enviara desde
Pernambuco, Brasil, una imagen de la Virgen. El marino, en señal de amistad se
encargó él mismo de llevarle no una, sino dos imágenes: una de la Inmaculada y
otra de la Virgen con el Niño.
Hacia fines de marzo de 1630 llegaron al Puerto de Buenos
Aires. Luego de descansar y solucionar algunos inconvenientes, comenzaron la
caravana rumbo al norte. Instalados junto al río Luján, en la estancia de Diego
Rosendo, pasaron la segunda noche del viaje.
Al amanecer del tercer día, la carreta que llevaba las dos
imágenes, no arrancó. Por más que los bueyes tiraban, no podían moverla ni un
paso.
Uno de los presente – el negro Manuel – sugirió que se bajara uno de los
dos cajones de las imágenes. Pero tampoco avanzó. Entonces propuso que se
bajara el otro y se subiese el primero y, sin ninguna dificultad, la carreta
comenzó a andar. Al momento, todos comprendieron que Dios quería que esa imagen
se quedara allí. Era la de la Inmaculada Concepción.
Por eso decidieron dejarla en la misma estancia de Don
Rosendo.
Allí, los campesinos y viajantes comenzaron a venerarla. Debido a
esto, el propietario del lugar, levantó una pequeña capilla y encargó el
cuidado de ella al negro Manuel.
Después de 30 años esta capilla fue quedando en despoblado.
Así fue como Doña Ana de Matos compró al heredero de la estancia, la milagrosa
imagen; y la trasladó a su hacienda situada en la actual ciudad de Luján.
Con el tiempo levantó una capilla para colocar esa imagen
que había empezado a ser llamada: LA VIRGEN DE LUJÁN.
EL NEGRO MANUEL
La historia
del Negro Manuel
Manuel nació a principios del siglo
XVII en África, y aunque hasta recientemente se dudaba de su origen, en la
reciente obra de Juan Guillermo Durán, su postulador, se afirma que lo era de
Costa de los Ríos, en Guinea Superior, procedencia confirmada en una particular
acta de venta que referiremos más adelante.
Capturado como esclavo, perdió su
libertad y fue llevado hasta Pernambuco, Brasil, donde fue adquirido para
realizar un viaje a Buenos Aires en el que viajarían dos imágenes de la
Purísima Concepción de la Virgen María que debían llegar al norte del hoy
territorio argentino. Corría el año 1630.
Le toca al “Negrito” acompañar la
expedición, ya en suelo bonaerense, que llevaría aquellas cajas hasta Sumampa,
pero la segunda noche una de las carretas tirada por bueyes se estanca a
orillas del río Luján. Luego de varios intentos, se decide bajar uno de los
cajones, sin el cual, advierten, la carreta volvía a movilizarse. Era el cajón
que portaba una de las imágenes de la Virgen, pequeña, de 38 centímetros, de
terracota pintada. La imagen quería quedarse allí, y allí se quedó, en
custodia del esclavo Manuel, nombre que había adquirido en su bautismo.
El
resto de la expedición continuó camino, junto con la otra imagen de la Virgen.
Manuel cuidó a la imagen en esas
tierras durante 40 años, en una capilla que él mismo le erigió, y en la que
comenzó a recibir a los peregrinos de distintos pagos que llegaban hasta una
imagen que milagrosamente se había quedado en la Pampa india, y realizaba,
relataban, grandes prodigios.
Cuando en 1971 la imagen fue adquirida
para ser llevada hasta la villa de Luján, ésta en dos ocasiones desapareció
misteriosamente y fue hallada en su lugar original, con el Negrito Manuel, un
hombre cada vez más anciano. Por eso, se organizó una solemne procesión para el
traslado procurando que Manuel pueda seguir acompañándola. Pero los herederos
de los dueños de Manuel reclamaron al esclavo para sí, un esclavo que por lo
pronto aseguraba durante el pleito: “Soy de la Virgen nomás”. Para formalizarlo
en los papeles, los devotos de Nuestra Señora de Luján hicieron una colecta y
lo compraron, para que pueda destinar sus días a su verdadera y única dueña, la
Sagrada Imagen de Luján.
Sirvió a su “Ama” y “Señora” hasta su
muerte, en 1686. Con ternura de un hombre que libremente eligió ser de ella, 56
años pasó amándola, limpiándole los pies cuando dice que ella salía a cuidar de
sus hijos por la noche, hablándole con ternura, siendo testigo privilegiado de
una devoción que pronto se convertiría en la más importante de una tierra que
aún no había nacido como nación independiente.
La Pastoral afroargentina obsequió a la Conferencia Episcopal Argentina una imagen del Negro Manuel.
En acción de gracias, se celebró una Misa en la Capilla de la CEA presidida por el padre Máximo Jurcinovic, vocero del Episcopado Argentino, junto a este Equipo de Pastoral que acompaña a las comunidades afroamericanas que viven en la Argentina.
Al finalizar la celebración de la Eucaristía, el Subsecretario de la Conferencia Episcopal Argentina, padre Matias Taricco, bendijo la imagen del Negrito Manuel que fue entregada a la Conferenca Episcopal donde permanecerá junto a la imagen de la Virgen de Luján.